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viernes, 18 de diciembre de 2009

Nito Mestre: "Ahora todo en mi vida está en su lugar"




Con 57 años, cuenta que su autoestima mejoró. Por eso, pudo grabar un álbum sinfónico con viejas y nuevas canciones. Un presente marcado por afectos: su madre, su mujer, Charly y la negra Sosa.

Nito Mestre está viviendo su segunda vida. Y dice ser feliz en ella. "Yo a los 44 años volví a empezar, mejor que antes", cuenta hoy a los 57 (a más de una década de haberse recuperado del alcoholismo), con un disco recién editado, Flores de Nashville (ver recuadro) grabado entre San Juan y la ciudad norteamericana de Nashville que es un compendio apretado de sus afectos más cercanos y casi un viaje a su infancia.



En el disco hay un tema dedicado a tu madre y otro a tu esposa, ¿cómo se unieron las dos en el álbum?

En este disco, hay un homenaje a mis afectos, sí. Lo empecé a preparar unos días después de su muerte, hace dos años. Ella era lituana, se llamaba Tecla pero acá le decían Esther; llegó a la Argentina con apenas 16 años y le gustaba cantar. Además, alentaba que yo lo hiciera. Mi padre, que era cirujano, también tocaba el violín, lo hacía para relajarse cuando llegaba del hospital. Ella nos decía que mi hermano Eduardo y yo, cuando éramos muy chicos y lo escuchábamos tocar a mi papá, abríamos la boca y ella aprovechaba para darnos de comer. Por eso, para mí, el hecho de escuchar música clásica, sobre todo cuerdas, es tranquilizador, además de que me hace volver a mi niñez. Mi madre murió a los 94 años y los últimos meses la pude acompañar y después, como ella lo pidió llevamos sus cenizas, primero a un jardín en Mar del Plata donde pasaba mucho tiempo y después en una ceremonia en el mar. Todo eso está en el tema Flores en el mar, al que le agregué un violín como un homenaje a mi papá que murió cuando yo tenía 8 años.

¿Y el tema dedicado a tu mujer?

El tema para Pamela, se llama My dear y quise hacerle un homenaje a sus orígenes porque ella se crió en Inglaterra. Ya llevamos como 20 años juntos.

Se ve que estás en un momento de mucha emoción a flor de piel, ¿no? Siento que estoy en un momento de equilibrio, algo que antes me resultaba bastante raro. Estoy bien con el trabajo y también en lo personal, no hay nada desmesurado para un lado o para otro. Ahora todo en mi vida está en su lugar. Eso hace que disfrute más y que tome con calma todo, incluso las muertes de seres tan cercanos.

Desde hace unos años hacés muchos shows por Estados Unidos y Latinoamérica, ¿cómo surgió esa idea? Primero fue con un festival, en 2000. Y fue como empezar de nuevo. Fue después del reencuentro con Charly y con Sui Generis; quería dar vuelta la página y empezar en otro lado. Y ahí mejoró mi autoestima. Hay que volver a ser un niño, viajar y cuidarse la salud para poder hacerlo, claro. Yo toqué en muchos lugares chicos y fue como renovarme. Me tuve que ganar al público. Porque cuando volvés, al principio, no te sentás arriba de tu nombre y te quedás cómodo. Es volver a probarte, sentir la adrenalina de buscar alternativas, adaptarte. El año que viene voy a ir a Europa y a Israel. Elijo lo que me gusta y lo que le gusta a la gente y lo hago. Porque cuando el público te responde con tanto amor pidiéndote una canción que ama, te vuelve todo ese amor. Y si no lo hacés, te lo perdés.... Entonces, ¿cómo no lo vas a hacer? Ahora siento que la música, además de ser un trabajo, me da placer.

¿Antes no sentías eso?

Es que recuerdo que con Sui Generis hacíamos 8 shows por fin de semana y, con 18 o 19 años, todo era vértigo. Con tanta adulación se te sube el ego y te lleva volando y no disfrutás. Entonces hay que bajarlo. Durante mucho tiempo el rock fue sinónimo de adolescencia, entonces se supone que tenés que seguir actuando como adolescente, pero hay una edad en que no podés ignorar que creciste. Hay tipos que viven colgados de la palmera; se les produce un desfasaje y se mueren. La cosa es mantenerse bien y si no, retirarse a tiempo. Ahora me encanta compartir mi música con la gente, lo disfruto y soy un agradecido. A veces cuando se me ha subido el ego, decís, me lo merezco y cuando pasás del otro lado, y te caés, decís: ¡La puta!, ¿qué pasó? Si yo era bárbaro. Y te das cuenta de que sos humano y te puede pasar. Viene bien caerte cada tanto. Después, o te ponés depresivo o salís adelante.

¿Eso es lo que le pasó a Charly García, por ejemplo?

Creo que sí. Lo que le pasó nos acercó más. Antes no lo pasabas bien con él, ¡te lo regalo! Ahora es distinto. Siento que estamos más parejos. Es fantástico.(Ver recuadro). Y claro que lo primero que te ayuda es salir a tocar. Ahí te preguntás: ¿Serviré? ¿Cómo será tocar sin nada "estimulante"?

Nito se muestra tranquilo, verborrágico, entusiasmado con sus proyectos, amable. Parece estar contento y no teme mostrarlo. Incluso cuando se le acumulan los recuerdos. Como los relacionados con Mercedes Sosa. "Me enteré de su muerte estando en Miami y me resultó rarísimo; lo que pasa cuando estás lejos, te parece irreal. Después pensé: qué suerte haber podido cantar con ella. Y me acordé de cuando estuve mal, en terapia intensiva y ella me fue a ver. Yo hacía días que estaba inconciente, todo conectado. Ella llegó y me acarició. Ahí me desperté y no entendía nada. Fue como si ella me hubiera puesto play. Me quedan los mejores recuerdos de ella".

Después de los recuerdos vuelve al presente e insiste en que este es un momento de cruce de cosas buenas, de reencuentros, con familia, amigos, hasta ex compañeros de colegio, después de 40 años de ausencia. "Y en medio de todo eso, el disco es como una cosita cariñosa más. Siento que las fichas se van a comodando solas".

¿Cómo sigue todo de ahora en adelante?

Con muchos proyectos. El año que viene, además de las giras, quiero hacer un show muy grande con muchos invitados por el vigésimo aniversario de mi disco 20/10. Sería hermoso poder juntar a muchos músicos amigos para festejar. A mí me encanta tocar con otros músicos, como hice en Flores ..., que me animé a tocar con una orquesta de 120 músicos y lo hice porque adoro tocar con orquesta. Para mí es tocar con toda una familia, no arrugo por eso. Hay músicos a los que les cuesta porque no es lo mismo que con una banda, hay que seguir una sincronización, dejarse llevar por el director. Grabar en un lugar fantástico como el Auditorio Juan Victoria de San Juan que tiene un órgano de tres pisos y con 120 personas es como estar parado en el medio y tener una enorme frazada que te cubre de afecto. Me sentí contenido, fue maravillosa esa experiencia.

Y uno imagina, a Nito, el chico que estudió medicina y se convirtió en músico, volviendo a esa casa de la infancia y sentirse feliz. Tanto que se anima a arriesgar: "Y tal vez, si se da, volver con Sui Generis. Pero se tiene que dar solito. Sería lindo hacer algo así" ...«


Esa voz sui generis

Otra vez, Mestre vuelve a entonar aquello de "Aunque tenga un hilo de voz", verso de "Mientras no tenga miedo de hablar" (1977). Esa voz única -por su apariencia de hilo vidrioso, por su tenso temblor- vuelve a brillar con fondo sinfónico, pero se atreve a un clásico que originalmente oímos por Charly: "Confesiones de invierno". Ahí extrañamos, por su delicadeza, un poco de desprolijidad rocker.

Experiencia en la ciudad de la musica

El álbum nuevo de Mestre, Flores en Nashville, incluye un DVD con trece de sus temas más conocidos y un CD con cuatro canciones nuevas (propias y ajenas). "Quise sacar un disco como los singles que salían antes". Y la idea de ir a grabarlo, en parte, a Nashville (Tennessee) rondaba hace rato. "Es la ciudad de la música en Estados Unidos. Grabamos en una cabaña donde alguna vez lo hicieron Johnny Cash y Liza Minnelli, entre otros. Cenamos con el bajista de Elvis; fueron 4 días de gloria y quedó todo registrado en el DVD".

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